Hace unos días saltaba a la prensa la noticia de una influencer que sufrió un infarto después de practicar un peligroso reto viral en TikTok. La joven, de 20 años, tuvo que ser ingresada de urgencia después de ingerir un suplemento energético en polvo antes de un entrenamiento físico. El reto viral, que en las redes sociales se ha venido llamando “dry-scooping” (“extracción en seco”) consiste en tomar varias cucharadas de este polvo pensado para ser diluido en agua y obtener así energía extra para rendir más y disminuir el cansancio durante esos minutos de ejercicio.
Según Healthy Children, de la Academia Estadounidense de Pediatría, la parte del cerebro encargada del pensamiento racional, la corteza prefrontal, no se desarrolla totalmente hasta los 25 años aproximadamente. Esta inmadurez cerebral provoca que los adolescentes sean más impulsivos y tiendan a pensar menos en las consecuencias de sus actos. No piensan en lo que puede ocurrir si conducen un coche unos metros con los ojos vendados, como plantea el reto de #BirdBoxChallenge, sino en la popularidad que ganan si consiguen cientos de likes y comentarios en su perfil al superarlo.
Además, la dictadura del like obliga a los jóvenes a actuar así para sentirse aceptados por los demás y de este modo ser aceptados por sí mismos. Porque muchos jóvenes con la autoestima deteriorada necesitan la inyección intravenosa del like para seguir sobreviviendo a sus miedos e inseguridades.
Solo el año pasado, se realizaron más de 200.000 búsquedas relacionadas con retos virales en España, según datos de Google. El proceso es muy sencillo. Un joven se graba con el móvil realizando el reto, lo sube a su cuenta de TikTok o Instagram y sueña con conseguir más likes que cualquier otro miembro del grupo.
Algunos ejemplos de los últimos retos virales que han circulado por la Red son los siguientes:
- Tide Pot challenge: el reto consistía en ingerir cápsulas de detergente. Muchos jóvenes que lo llevaron a cabo tuvieron convulsiones o se provocaron un edema pulmonar.
- Flaming cactus challenge: en el que se proponía comerse un cactus en llamas y al mismo tiempo beber una cerveza para evitar quemarse la garganta.
- Bird Box challenge: el nombre está cogido de la película de Netflix Bird Box, en la que sus protagonistas se vendan los ojos cada vez que quieren salir a la calle. El reto consistió en realizar todo tipo de actividades cotidianas con los ojos vendados. Netflix acabó advirtiendo en su momento del peligro que suponía esta práctica.
- Carbon challenge: en el que se plantea meter la cabeza en una bolsa llena de carbón y agitarla durante varios segundos mientras se aguanta la respiración, con las consiguientes lesiones para las vías respiratorias.
- Momo challenge, o similar a este, el reto de la Ballena azul: en ambos se van descubriendo poco a poco unas pautas violentas que se deben cumplir y que culminan en una orden expresa de autolesión y/o posterior suicidio.
- Rompecráneos: en el que tres adolescentes saltan al mismo tiempo y uno de ellos le quita las piernas en el aire al que está en medio para que caiga totalmente de espaldas con el riesgo de golpearse bruscamente la nuca.
Los challenges también pueden ser blancos (universales, sencillos y normalmente solidarios), como en el caso del Ice Bucket Challenge, en el que uno mismo se lanza un cubo de agua helada para visibilizar una enfermedad (ELA); o como el de #10YearsChallenge, en el que millones de personas en todo el mundo compartieron una foto con 10 años de diferencia. Si buscamos un poco también encontraremos un buen número de retos virales creados por otras personas con esta visión positiva. Una adolescente, por ejemplo, publicó en su perfil una foto ayudando a una persona necesitada, pensó un mensaje creativo y propuso un reto: “hagamos feliz a una persona que lo esté pasando mal a nuestro alrededor”. Ella misma se sorprendió de la repercusión al ver cientos de fotos con el mismo hashtag que sucedieron a su foto.
Ahí van 7 sugerencias para afrontar este tema con los más jóvenes:
- Saber transmitir a los hijos que el reconocimiento externo y la popularidad nunca pueden ser motivos suficientes para olvidar el sentido común.
- Establecer puentes y vías de comunicación para poder hablar con ellos de estos retos; hacerles caer en lo absurdo de poner innecesariamente su vida en peligro por un puñado de “me gusta”.
- Ayudarles a transformar la belleza ideal que puede sugerir un perfil creado por ellos mismos de un modo idílico (con fotos seleccionadas al milímetro) por una belleza real, sobre todo de dentro hacia fuera.
- Darles el primer like en casa por las cosas que hacen bien y nadie se fija.
- Realizar una actividad física sana e inteligente que haga frente al riesgo de obsesionarse en exceso con la propia imagen, para sentirse queridos tal y como son estética y físicamente.
- Ayudarles a consolidar una autoestima y una personalidad robustas para ofrecer con creatividad soluciones positivas que mejoren la sociedad a su alrededor de un modo concreto y solidario.
- Y sobre todo, hacerles entender que no necesitan likes para gustar a los demás o ser mejores, sino que es suficiente mostrarse como son. Y más en la propia familia, el único lugar del mundo donde los padres quieren a sus hijos solo por ser quienes son.
Autor: Antonio Milán, profesor universitario, experto en educación digital, autor del libro “Adolescentes hiperconectados y felices” y colaborador de Dialogando.