Estamos continuamente conectados, expuestos de forma permanente e inconsciente a las miradas de los demás. El rastro de nuestra actividad online ofrece un retrato de nuestra personalidad, gustos e intereses.
Lo que el usuario hace en las redes sociales –el estilo y el contenido de sus publicaciones regulares-, los vínculos que mantiene en la Red –contactos, amigos, fans, seguidores, etcétera-, la percepción y valoración que tiene en las distintas comunidades de miembros en las que se relaciona y lo que los buscadores dicen de él conforman su identidad digital.
Internet permite el acceso a plataformas, herramientas e información peligrosas que promueven, entre otros riesgos, el ciberacoso. Una agresión, a través de soportes móviles o virtuales, que tiene consecuencias psicológicas, sociales, físicas, sexuales y temporales imprevisibles. Los internautas retraídos, solitarios o depresivos, con dificultades del aprendizaje y de atención son los sujetos más propensos a ser acosados en línea.
Cómo nos contactan y la frecuencia del contacto son los primeros indicadores de un posible acoso en la Red. El análisis del perfil del sujeto –conocido o desconocido- que busca establecer una comunicación regular ayudará a sospechar de las intenciones del mismo.
Manifestaciones del ciberacoso
Amenazas de muerte, bromas crueles, ataques personales, robos de contraseñas, divulgación de información confidencial, difusión de falsedades, extorsiones, propagación de imágenes humillantes, envío incansable de mensajes neutrales, daños al ordenador de la víctima, vigilancia de la actividades del sujeto acosado, ataque o asesinato consciente de un avatar o personaje en línea y, entre otros, suplantación de identidad son comportamientos que, a través de mensajes de voz o texto e imágenes fijas o grabadas, reflejan conductas hostigadoras.
La intimidación en el ciberespacio es una forma de desigualdad digital que incluye la violencia psicológica y el abuso emocional. Se centra en el mal uso de los datos personales, el acercamientos y establecimiento de contacto y el atentado contra la libertad y/o el patrimonio de la víctima.
El anonimato de la Red favorece el acoso en los medios tecnológicos. Una práctica que busca socavar la autoestima y dignidad de la persona acosada -conocida como bullied– con el objetivo de ejercer presión, chantajear o generar estrés emocional, rechazo y ridiculización social mediante el envío de mensajes insultantes, amenazadores, intimidatorios, chantajistas o burlescos a través, principalmente, de telefonía móvil, correo electrónico, aplicaciones de mensajería instantánea, SMS, videoconsolas online y redes sociales.
El ciberacoso es un acoso indirecto; el agresor, al contrario de lo que sucede en un entorno físico, no necesita tener contacto con sus víctimas. Una práctica que implica un uso consciente de la tecnología para perjudicar de forma efectiva a usuarios de Internet que provoca transformaciones físicas, cambios en los hábitos, variaciones de los estados de ánimo, modificaciones somáticas, etcétera.
La manera en la que se ejerce el daño, la persona que ejecuta las acciones y las intenciones que persigue determinan los tipos de ciberacoso. Destacan el cyberbullying –acoso entre menores en redes sociales, blogs y sitios web, producido a lo largo del período de escolarización, que incluye chantajes, vejaciones e insultos-, el networmobbing –acoso en el ámbito laboral con el objetivo de dañar la imagen y el desarrollo profesional de la persona acosada-, el grooming –acoso a menores por parte de adultos con la intención de satisfacer un deseo sexual o la incitación a la prostitución a través del control emocional-, el cyberstalking –acecho y hostigamiento cibernético hacia una persona de forma permanente y reiterada para limitar su capacidad de obra- y la sextorsión –chantaje por la posesión de material privado de la víctima de carácter erótico-.
¿Cómo actuar frente al ciberacoso?
Una vez que el internauta confirma que los comentarios negativos, más allá de una opinión, son ofensivos y se producen de forma reiterada; persiguen atentar contra la integridad física, moral y reputacional del acosado y suponen una alteración grave de la vida cotidiana, la persona acosada debe tomar medidas legales para frenar el acoso.
Reunir todas las evidencias electrónicas, ignorar los mensajes que buscan la provocación, bloquear los molestos y guardar los recibidos de forma insistente son los pasos iniciales a dar así como reportar los abusos en la red social donde se producen. Denunciar los actos sucedidos ante las autoridades judiciales o las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, en concreto, la Brigada de Investigación Tecnológica de la Policía Nacional y el Grupo de Delitos Telemáticos de la Guardia Civil puede poner fin a la situación de acoso y a la impunidad del acosador.
Aplicar la prudencia, proteger las contraseñas, facilitar el menor número posible de datos personales, rechazar los perfiles con nombres de usuario y avatares sexualizados, evitar las conversaciones y el envío de imágenes a personas desconocidas, leer las condiciones de uso y de privacidad de las distintas comunidades de miembros y la instalación y actualización de programas contra el malware son medidas que reducirán las vías, frecuencia y exposición al acoso.
Autor: Mar Castro, Pionera en investigación y difusión de NETiqueta en España y colaboradora de Dialogando.