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    Comportamiento - 07/10/2021

    Cómo ayudar a nuestros hijos a manejar las emociones en redes sociales

    4 min Tiempo de lectura

    El manejo de las emociones no es fácil, nadie nos ha enseñado cómo hacerlo. Cuando además nuestro interlocutor no está delante, no podemos preguntarle cómo se siente, o conversar con él o con ella, entonces, las posibilidades de que haya un malentendido se multiplican. Y esto es justamente lo que ocurre en las redes sociales. La persona no está delante y juzgamos sus sentimientos a partir del contenido que cuelga, de sus fotos, vídeos, comentarios…

    Los adultos tenemos claro que lo que se refleja en las redes no siempre es la realidad, que se trata de nuestra proyección de lo que queremos mostrar, una imagen muchas veces edulcorada, con filtros para parecer más atractivos o en la que las emociones que se reflejan no son la realidad. Sin embargo, a los niños y a los adolescentes les cuesta entender que las emociones que se muestran no son siempre reales, y por su falta de experiencia vital, tienen a pensar que la vida de los demás es mucho más interesante que la suya, porque creen que todo es como se proyecta en las redes es real. Que la gente a la que siguen no tiene obligaciones, como pueden ser los deberes, estudiar, las tareas de la casa…

    Además, en la autorregulación emocional está la clave del éxito para poder disfrutar de las redes sociales, sin sufrir porque se queden enganchados, porque les contesten o dejen de contestarles… esa sensación de tener éxito asociada al número de seguidores, de forma que su autoestima dependa de los likes, o que suban algún contenido o comentario inapropiado.

    Pensar que la solución para evitar conflictos en el uso de las redes sociales está en prohibirlas, es no querer ver el problema, negar su realidad y postponerlo. El objetivo será ayudar a nuestros hijos a manejar sus emociones, tanto en su vida diaria como en las redes sociales. Y para eso es fundamental entrenar la inteligencia emocional. La inteligencia emocional es la capacidad para percibir y expresar nuestras emociones y percibir correctamente lo que sienten los demás. Entender la información que nos dan dichas emociones para utilizarlas en nuestro día a día por ejemplo a la hora de tomar decisiones, comprender ¿por qué nos sentimos como nos sentimos?, las causas y las consecuencias de nuestras emociones y de las de los demás y la última habilidad de la inteligencia emocional, que es la regulación emocional. Estar abiertos a sentir emociones agradables y desagradables, ser capaces de manejar nuestras emociones y que no sean ellas quienes nos manejen a nosotros.

    Estas cuatro habilidades constituyen la inteligencia emocional y se pueden trabajar y entrenar, y los niños necesitan que los adultos, principalmente sus padres, les guíen en este proceso. Para ello es fundamental la corregulación, es decir, cuando los niños son pequeños necesitan todavía de sus padres para poder regular lo que sienten. Y ante estímulos tan intensos y tan complejos como son las redes sociales, con más motivo necesitan que un adulto les ayude a decodificar la información, es decir trasladar en términos que ellos puedan entender.

    Pongamos un ejemplo: nuestra hija nos da malas contestaciones, aparentemente está de mal humor y no deja de mirar el móvil y hacer comentarios despectivos sobre sus amigas. Está viendo en las redes que, aunque a ella le habían dicho que no iban a quedar, han subido una foto juntas en casa de una de ellas. Un ejemplo de corregulación emocional sería invitarle a reflexionar sobre cómo se siente, poner nombre a la emoción, en este caso enfado, incluir la causa de este: han quedado y no te han invitado y quizás eso te haga sentir que no formas parte del grupo. Y una vez que haya reconocido la emoción y la causa, evaluar qué estrategias de regulación emocional podría utilizar. Por ejemplo, poner un comentario mordaz en sus redes o incluso un insulto que es lo que le podría apetecer, o subir una foto en la que ella hace otra cosa “a modo de venganza”. Sin embargo, estas estrategias no van a arreglar la situación. Ayudarle a pararse a pensar y no dejarse llevar por sus impulsos sería un buen consejo. Primero reflexionado cuál es su objetivo, lo que quiere conseguir. Por ejemplo, si lo que quiere es averiguar por qué no la han invitado la emoción que le ayudaría a conseguirlo es la sorpresa, no el enfado. Decirles de forma asertiva que le sorprendió verlas juntas en casa de esta amiga, cuando le habían dicho que no iban a quedar. Otra opción sería entrenar con ella cómo decirle de forma asertiva a sus amigas que le hubiese gustado que le hubieran invitado, que se ha sentido desplazada o molesta y dolida cuando lo han hecho y que les pide, por favor, que no lo vuelvan a hacer.

    Invalidar su emoción, decirle que no es para tanto, que ya se le pasará, o que son chiquilladas no es una buena fórmula para que aprenda a manejar sus emociones en las redes sociales, dado que el mensaje que le estaríamos dando es: tus emociones no importan, vamos a negarlas, y de esa forma no damos oportunidad de expresarlas correctamente, comprenderlas y además aprender a regularlas.

     

    Autora: Silvia Álava Sordo, doctora en psicología, psicóloga sanitaria y educativa, profesora universitaria, autora de los libros “Queremos hijos felices y Queremos que crezcan felices” y colaboradora de Dialogando.

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