¿Nos habrá enseñado el confinamiento a valorar mejor las diferencias?
Estas semanas de aislamiento el balcón de casa se ha convertido en un nuevo Instagram. Desde allí se saluda a los vecinos, se aplaude a los sanitarios, se recuerda a los que se han ido, se felicitan los cumpleaños, se patalea ante lo que se considera injusto… Incluso se llama la atención a los que -pensamos- están incumpliendo las normas, sin caer en la cuenta de que no pocas veces se actúa de un modo injusto. Cuántas madres con hijos autistas han recibido insultos mientras salían a pasear con ellos, cuando estaba previsto que así lo hicieran por las circunstanciales especiales de estos niños.
Y es que cuesta aceptar que somos diferentes. Los estudios sobre prevención de acoso escolar reflejan que, según los alumnos, la principal causa que identifican como origen del maltrato a un niño, muy por encima del resto, es que “se comporta de modo diferente”. Necesitamos enseñar a nuestros más jóvenes que la diferencia no solo hay que respetarla, sino que es necesario ponerla en valor porque nos enriquece y nos ofrece la posibilidad de aprender cosas nuevas. Enseñarles que no todo es blanco o negro, sino que existe una amplísima gama de grises que resulta apasionante descubrir. El problema se presenta cuando esos niños no han crecido en un entorno familiar que respete las diferencias. Si han visto juzgar a las personas y menospreciarlas por ser de diferente equipo, por pensar distinto en cuestiones morales o por tener unas ideas políticas contrarias, entonces imitarán lo que vieron. Porque el ejemplo es el educador más poderoso.
Hay una campaña publicitaria de una conocida marca de cerveza que lleva por título #OpenYourWorld. Se propone un experimento social sobre varios temas conflictivos que generan enorme controversia en la sociedad actual. Dos personas de posiciones opuestas en cada uno de estos temas, sin conocerse y sin saber nada uno del otro, trabajan juntos, ayudándose mutuamente para construir un mueble que resulta ser una mesa alta. Se sientan para realizar un juego de preguntas y respuestas que pretende autodefinirse en pocas palabras, buscar aspectos que ambos tienen en común y otros positivos que deben descubrir uno del otro. De este modo, el juego les hace entrever la persona que cada uno esconde detrás de sus ideas. Una vez terminado el juego continúan construyendo lo que finalmente aparece como una barra de un bar. Sobre ella se colocan dos cervezas. En ese momento se para la actividad para ver un vídeo en el que se muestran las posturas intelectuales de cada uno, grabadas previamente y que resultan ser radicalmente contrarias. Con la cerveza servida, y después de darse cuenta de con quién realmente han compartido el trabajo, se lanza el reto: “Tienen dos opciones: pueden irse, o pueden quedarse a discutir sus diferencias con una cerveza”. A pesar de las diferencias, todos deciden quedarse. ¿El motivo? Porque en ese juego de preguntas y respuestas han descubierto una persona valiosa, interesante, que puede aportarnos algo y de la que se puede aprender.
¿Habrá un repunte del acoso después del confinamiento? Es pronto para saberlo. Pero hay un dato seguro y es que han aumentado considerablemente las horas de conexión en los hogares y por tanto ha aumentado la exposición digital de los más jóvenes. No solo para recibir clases online. También para jugar al Fortnite o para colgar vídeos en TikTok. Me contaba hace poco un padre que su hijo, después de un mes y medio sin salir de casa, se resistía a dar un paseo porque prefería permanecer conectado jugando online con sus amigos a la última versión de Call of Duty que salió al mercado al poco de iniciar el confinamiento (y que, por cierto, está catalogado para mayores de 18 años). Desgraciadamente en muchas ocasiones se relaciona un mayor tiempo de conexión con una mayor frecuencia de comportamientos violentos en la Red, entre los que se encuentra el ciberacoso. Esto puede llegar a parecer lógico: cuanto más tiempo pasen conectados, más cosas se les ocurre hacer. Y puede que no todas sean buenas. Lo que nos lleva a pensar que si se ha producido un aumento en el tiempo de conexión de los más pequeños es posible que veamos un repunte de actuaciones consideradas como ciberacoso.
Pero está en nuestra mano evitarlo. El 2 de mayo, Día Internacional contra el Acoso Escolar, es un buen momento para pararnos a considerar juntos si el confinamiento nos ha enseñado algo en este sentido. Una ola de solidaridad ha recorrido el mundo, en muchos casos desde los balcones. Y al aplaudir desde allí a una vecina que viene de trabajar una jornada agotadora como enfermera podemos explicar a nuestros hijos que, a diferencia de nosotros, ella sí puede salir a la calle. Porque tiene una ocupación distinta que ahora, de modo especial, salva vidas. Y que cuando encuentre a alguien en su colegio o entre sus amigos que se comporta o piense de modo diferente quizás solo sea, sencillamente, porque es distinto. Y esa diversidad también salva vidas.
Autor: Antonio Milán, profesor universitario, experto en educación digital, autor del libro «Adolescentes hiperconectados y felices» y colaborador de Dialogando.