Tendemos a demonizar un artilugio que nos ha proporcionado buenos momentos. Unos le conocen como un parapeto en el que refugiarse. Algunos, como una prótesis digital que nos acompaña de forma permanente. Otros lo consideramos un aparato que nos pone en contacto con todo y con todos.
Vivimos permanentemente conectados y el smartphone es el principal medio de contacto y relación. Un dispositivo a través del cual podemos ser testigos de lo que ocurre en el mundo.
Adorado y odiado a partes iguales, los smartphones han llegado para facilitarnos la vida.
Se critica su utilización en los desplazamientos que realizamos en medios de transporte públicos –los ebooks también se llevan su parte- y su entretenimiento en los largos minutos de espera en paradas y estaciones.
… ¿Y lo que nos alegran, animan y entretienen a lo largo de esos tediosos minutos de espera y trayecto?
Se cuestiona que le dediquemos, en nuestros minutos de descanso delante una taza de café o una bebida vigorosa, un repaso a las últimas noticias, mensajes o notificaciones recibidas tras un par de horas al volante.
… ¿No hemos cumplido con las normas de la Dirección General de Tráfico que aconseja ignorarlo durante los viajes? Premiémonos por nuestra conducción segura y responsable.
Le culpan de distracciones varias a lo largo del día por lo que nos recomiendan que desinstalemos apps que no utilizamos, desactivemos notificaciones –y silenciemos las que mantengamos activas-, establezcamos períodos de desconexión y que recurramos a aplicaciones que nos ayuden a controlar el tiempo que le dedicamos. Otros consejos que ofrecen almas preocupadas por la salud emocional y física de sus congéneres apuestan por darse de baja de listas de suscripción inútiles, cargarlos por la noche fuera del dormitorio, salir a cenar sin su preciada compañía o, simplemente, resistirse al impulso de mirarlo unas 150 veces al día y enviar decenas de mensajes diarios.
… Los smartphones facilitan la conexión en lugares hasta no hace mucho tiempo inimaginables –la hiperconexión la realizas tú, tu terminal todavía no tiene esa habilidad-. Si estos consejos ayudan a una utilización creativa y responsable del terminal, ¡bienvenidos sean!
Se habla de nuevas enfermedades que padecemos cuando lo olvidamos en casa o en el trabajo –nomofobia (ansiedad producida por no tener cerca el teléfono móvil) y mobilfilia (mirar compulsivamente la pantalla del móvil)- que generan soledad, inquietud, ansiedad, estrés, enfado, tristeza o miedo.
… Utilizamos con excesiva ligereza el peligroso término “sujeto adictivo” –la adicción clínica se caracteriza por unos patrones de uso problemáticos, manifestación del síndrome de abstinencia y escasa tolerancia ante su ausencia-. La adicción al teléfono móvil NO existe. Y los efectos de un uso prolongado no son, ni de lejos, comparables a los que producen sustancias que SÍ generan adicción. No comprender las innovaciones tecnológicas facilita la aparición de excusas en formato de adicciones.
… La novedad e ilusión que ofrecen modelos, tamaños, formatos, peso, funcionalidades y colores provoca que durante las primeras semanas de pertenencia le dediquemos numerosos minutos y que, con el paso de los meses, regulemos su uso hasta niveles considerados razonables.
Se comenta, tímidamente, la falta de empatía como funcionalidad que incluye o una irresponsable falta de respeto, conocido como phubbing –efecto ningufoneo, conceder más atención a los dispositivos móviles que a las personas -.
… Decide, en función del contexto, los interlocutores, el tema tratado y otros condicionantes que te ayuden a tomar una decisión, cuando debes atender a las personas y cuando el protagonismo lo ocupa tu terminal.
Aparecen continuamente términos que contribuyen a su demonización: “síndrome de la vibración” o “vibranxiety” –esa llamada que nunca llega pero obliga a mirar el teléfono sin descanso- o “vamping” –trasnochar por dedicar tiempo de sueño a todo lo que Internet pone a nuestra disposición-. Lo último que vemos por la noche y lo primero que miramos nada más levantarnos, sobre todo los que usamos el móvil como despertador.
… ¡Y los buenos momentos que nos hace pasar! Chatea por trabajo, por devoción o por obligación pero haz de la lectura una experiencia agradable.
¡Lo que nos gusta desviar la atención del foco del problema! Esta persecución que viven los teléfonos inteligentes, producto de los avances de la tecnología, la vivieron en su momento la televisión, los ordenadores y las videoconsolas.
El teléfono inteligente es un valioso instrumento de comunicación que demanda un aprendizaje para un uso racional, y razonable, del mismo. La formación lo es todo. El conocimiento es poder. Evalúa tus hábitos digitales y encuentra el equilibrio en la distribución de tu atención en función de las necesidades de cada momento.
El smartphone es un medio para alcanzar un fin, no un fin en si mismo.
El teléfono inteligente garantiza la privacidad de conversaciones y actividades.
El teléfono inteligente permite el acceso permanente a noticias actualizadas de nuestro interés.
El teléfono inteligente perpetúa en nuestra memoria momentos inolvidables, merced a las fotos y vídeos que hacemos.
El teléfono inteligente es una valiosa fuente de almacenamiento de información al alcance de nuestra mano.
El teléfono inteligente facilita tener tu negocio en tu bolsillo.
¿Estableces prioridades o límites en tu vida? Apuesta por un tiempo de conexión de calidad, navega con criterio y estimula la integración.
Aristóteles defendía la virtud como disposición voluntaria adquirida, un término medio entre dos extremos malos, el uno por exceso y el otro por defecto.
¡Compagina tu realidad online y offline!
Autor: Mar Castro, Pionera en investigación y difusión de NETiqueta en España y colaboradora de Dialogando.